Andando por Florencia … fui a la India

Hace ya muchos años que la cocina oriental se ha vuelto popular en Europa. Los restaurantes japoneses son la nueva moda de los jovenes, como si el sushi hubiese sustituido a la cita con pizza que “los ya no tan jóvenes” teníamos hace unas décadas. Por un lado tenemos miedo al oriente, pero al mismo tiempo nos fascina: nacimiento, decadencia y resurgimiento de esta antigua cultura, sus colores y sabores, el lugar donde las especias siempre han jugado un papel primordial, gracias al comercio que empezó con la familia de’ Médici. Occidente en Florencia, pero mucho Oriente desde siempre, y si en 1439 la ciudad fue testigo de la reunificación de las iglesias de Oriente y Occidente tras el Gran Cisma, menos sabemos del importante corriente orientalista que se había formado en el siglo XIX. En 1878 Angelo De Gubernatis, profesor de sánscrito, orientalista, escritor y publicista, y también candidato para el Premio Nobel de Literatura, había organizado en Florencia el IV Congreso Internacional de Orientalistas, donde se celebró una “Exposición Oriental”, con manuscritos y objetos orientales que representaban el arte de Gandhara, entonces poco conocido en Italia. Fue un acontecimiento extraordinario, de gran apertura cultural para Florencia. Durante esos días, los ciudadanos fueron capturados con un deseo irresistible de exótico, con celebraciones y desfiles (fotos originales de la época). Florencia tenía el Regio Istituto di Studi Superiori (en español “Real Instituto de Estudios Avanzados”), ahora Universidad, donde De Gubernantis fue profesor de sánscrito, árabe, chino, japonés, hebreo y lenguas semíticas, persa, y enseñó también la historia y la geografía del Asia oriental. La universidad imprimía incluso libros en lenguas orientales, utilizando los punzones de la tipografía de los Médici. En 1886, De Gubernatis fundó el “Museo Indiano” (museo de la India), ya que había traído de la India y Bombay (ahora Mumbai) objetos extremadamente bellos y preciosos: una gran cantidad de bronces y yesos que representaban divinidades indias. Compró preciosidad, para mostrar el oficio refinado de objetos destinados a las clases altas. Se puede admirar un tablero de ajedrez con las piezas de marfil y ébano, un huevo de avestruz decorado que el rey de Cutch se le regaló, un palanquín decorado que fue el regalo del gobernador de Cachemira, hermosas cerámicas de Delhi, unas esculturas que formaban parte del templo de Chittor que el rey de Udaipur se le donó, los hermosos juguetes de papel maché. Las figurillas maravillosas y raras que representabann divinidades religiosas, que se encontraron también en Birmania y Ceilán (Sri Lanka). Desafortunadamente, no todo el mundo sabe de la existencia de este maravilloso museo en Florencia, que, con sus salas decoradas con frescos en el estilo de Punjab se encuentra en el interior del Museo de Historia Natural (Palacio No acabado, en via del Proconsolo). En las salas se pueden ver estatuas, telas, esculturas y azulejos de trasfondo erótico, pero no sólo: hay también bellas y preciosas joyas dignas de los cuentos del Maharajá. Todo este esplendor me ha dejado boquiabierto, y una vez más he acogido mi “ignorancia” maravillándome de la modernidad de los tiempos antiguos, como las lentes que los monjes budistas utilizaban durante las ventiscas de nieve en el Himalaya, realizadas con pelo de yak. En la Biblioteca Central de Florencia se encuentra el fondo De Gubernatis, donado por él mismo en 1888, 1901, y 1907, que incluye: una vasta correspondencia (más de 26.200 autógrafos de escritores, académicos, políticos, editores, intelectuales, tanto italianos como extranjeros); otros materiales que incluyen cartas, documentos, notas, tarjetas, varios escritos y su biblioteca (unos 3.720 volúmenes, que se vendieron en 1901), además de sus diarios que fueron vinculados por los 50 años post mortem. Hoy en día se habla mucho de Oriente y ahora sabemos que Florencia tiene un maravilloso pasaje a la India.

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